que por un momento alguien pensara en ella y así tener la ilusión de que no estaba sola.
Todos los domingos a las cinco en punto dejaba la nave en la corriente del río sin saber si alguna llegaba a manos de alguien o se perdía simplemente en la basura del torrente como otro montículo inservible e invisible.
Pocas veces faltó a la cita, algunas por temas del clima, las menos por algún compromiso. Los barcos partieron de su puerto durante un año. Tan solo ese ritual había pasado a ser el motivo por el cual no se sentía tan sola.
Pasado ya el año un domingo cualquiera justo cuando estaba por depositar el barco en el agua se percató de que alguien la estaba observando. Incomoda realizó el ritual y se alejó sin más. El domingo siguiente regresó al lugar acostumbrado y se sentó un rato a leer el libro de turno, ensimismada. Cuando terminó su lectura y se aprontó a dejar el barquito de papel tuvo la sensación de que alguien muy cerca la observaba. Dejó el barco en el agua y al levantarse para volver al hogar frente a ella, parado no muy lejos, estaba el hombre que vio el domingo anterior. Tenía una pila de papeles en sus manos.
-Perdone, son suyos éstos mensajes, ¿verdad? Lo siento, no quiero incomodarla. Vine para agradecerle por enviarlos.- dijo con voz calma, ella apenas hizo un gesto con la cabeza-Encontré el primero hace menos de un año, pensé que era una casualidad, yo estaba pasando un mal momento. Volví al río en distintas ocasiones hasta que me di cuenta de que los barcos solo llegaban los domingos. Se hizo un ritual para mí el hecho de buscarlos en el río. Decidí desandar su cauce para averiguar quien los dejaba. En los versos que leía sentía que no estaba solo, que alguien más que yo sabía lo que es sentir la verdadera soledad. No quiero asustarla, solo quería agradecerle y decirle que a alguien le interesa lo que hace, que me hace mucho bien y si es posible y no es demasiado atrevido de mi parte, quisiera ser su amigo, pero si no lo desea no importa, el seguir encontrando sus barcos va a ser siempre algo muy importante en mi vida. Y si no lo hace más, el haber recibido esto ya ha sido un enorme consuelo. Mi prometida murió hace dos años y me sentí perdido hasta que encontré el primer barco.
Un silencio tibio reinó entre ellos. Ella asombrada de lo que sucedía, él de haberla encontrado. Esa tarde fueron juntos a tomar un café y hablaron, hablaron muchísimo.
Podría decirte que terminaron sus días juntos, que estaban hechos el uno para el otro. Que tuvieron dos hijos o que simplemente fueron amigos por el resto de sus vidas, pero eso no es lo más importante. Lo verdaderamente importante es el simple hecho de decidir romper las barreras de la indiferencia y la soledad y que eso haya hecho que dos seres encontraran esa luz que ilumina la esperanza, después de todo, ella tan solo esperaba que por un momento alguien pensara en ella y así tener la ilusión de que no estaba sola, lo que no esperaba era encontrar a otro ser humano que se sintiera igual que ella.
Beatriz del Carmen Ruiz
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